Por regla general, a todos nos gusta estar cómodos y confortables en nuestra vida y con nuestro entorno. Con quien tratamos, con lo que decimos, con lo que sentimos o con lo que creemos. Creamos una zona de confort a nuestro alrededor que nos hace sentir bien, que no es más que el espacio en el que nos movemos cada día. Adquirimos un conjunto de creencias y acciones a las que nos acostumbramos y que nos resultan cómodas. Es un espacio confortable donde nos sentimos fuertes y seguros, y que nos ha costado muchos años conseguir. Pero no siempre lo mejor es estar así de cómodos, ni nos hacen sentir todo lo bien que debiéramos.
Y es que como psicólogo veo en consulta como la zona de confort se convierte en una especie de relación sentimental que tiene el paciente que ya no le llena. Hay quien se cansa de coger por el mismo camino para volver a casa, hacer siempre lo mismo el día de su cumpleaños, de cenar en el mismo sitio en nochevieja cada año, salir con los mismos amigos por los mismos bares, practicar siempre el mismo deporte, despertarse siempre a la misma hora… No hay nada malo en el hecho de disfrutar de nuestra zona de confort, toda la vida hemos estado trabajando y luchando para crear ese espacio tan cómodo que nos rodea, y uno es feliz. Pero hay veces en que la monotonía nos sorprende, uno empieza a encontrarse mal y no sabe bien porqué, no encontramos alicientes. Y esa es la doble hoja de esta peculiar zona, que a veces nos vuelve vagos y eso tiene consecuencias.
Y es que es necesario embarcarnos en nuevos proyectos para seguir dentro del camino que conduce a la felicidad. Lo ideal es mantenerse dentro de la zona de confort al mismo tiempo que incluir nuevos acontecimientos en la vida. Pero para ello hay que arriesgarse a salir de esa zona tan reconfortante. ¿Cómo hacerlo para que no nos cueste excesivo trabajo? Pues dividiendo metas, tanto a corto como a largo plazo.
Salir de la zona de confort a largo plazo es embarcarse en nuevos proyectos que vamos a tardar tiempo en finalizar. Por ejemplo estudiar una carrera o hacer una media maratón. Todo ello conllevará esfuerzo y tiempo, pero cuando se consigan, todos esos conocimientos y esa condición física pasará a ser zona de confort. Para salir nuevamente de esta zona se pueden establecer nuevos objetivos a largo plazo, como reducir el tiempo en que se finalizará esa carrera o incluso plantearse hacer una maratón entera.
Pero es en el corto plazo donde realmente encontramos lo interesante. Sin el corto plazo no puede haber largo plazo. Si un día en concreto no decides correr 20 minutos, núnca se terminará es maraton a largo plazo. Ese día será el que decidirás salir de tu zona de confort. Intenta hacerlo al menos una vez al día y te hará subir en autoestima. Plantéate qué te gustaría cambiar en tu vida. ¿Te gustaría ser más sociable? Intenta empezar una conversación al día con un desconocido. Hazlo durante 3 días seguidos. Seguro que al cuarto día te cuesta menos. O levántate una hora antes y prepara algo de comer que no hayas hecho antes. O sorprende a tu pareja con una visita inesperada a su puesto de trabajo. O haz esa llamada de teléfono que llevas varios días postergando.
La vida es muy breve como para no descubrir nuevos estímulos que nos sorprendan. Arriesguemos.
Thanks, great article.