Juan Sánchez Lebrero. Psicólogo en San Fernando, Cádiz.

La pregunta es, ¿Peter es tan solo un personaje de dibujos animados, o este niño que no quería crecer puede estar más presente en nuestras vidas de lo que pensamos?

Como psicólogo más de una vez en consulta me he encontrado a parejas con problemas en las que una parte se queja de que su conyugue se encuentra atascado en el tiempo, inmovilizado, sin capacidad de reacción.  Me preguntan si podrían padecer el vulgarmente llamado Síndrome de Peter Pan. Y es que aunque carezca de clasificación diagnóstica en los manuales, la implicación clínica de este síndrome en la vida cotidiana es más que evidente.

Lo podemos identificar sabiendo que es más frecuente en varones, y que quienes lo experimentan poseen comportamientos típicos como incapacidad para comprometerse, cumplir promesas o asumir responsabilidades, una gran dependencia emocional hacia el grupo íntimo, tendencia al comportamiento egoísta y centrado en sí mismo, quejas hacia los demás o incapacidad de proporcionar afecto a terceras personas. Por regla general idealizan su juventud, tienen miedo a crecer y a aceptar los roles que le corresponden por su edad, y esto lastra su desarrollo personal y dificulta sus relaciones.

Para saber a qué es debido, hay pensar que como casi todo lo que rodea a la psicología, la infancia y la adolescencia juegan un papel muy importante. Si en ellas se ha experimentado un alto grado de felicidad, el paciente puede llegar a idealizar esos momentos y a querer revivirlos incesantemente. Si por el contrario ha tenido una primera etapa de la vida complicada o carente de afecto, la función del síndrome es recuperar ese tiempo perdido. Es de suponer entonces que los estilos educativos parentales juegan un papel fundamental en la prevención, siendo el estilo educativo democrático el más idóneo para evitar problemas de personalidad, y el permisivo y autoritario los más perjudiciales. También existen rasgos de personalidad como la tendencia a la evitación o la dependencia emocional ligados a este síndrome, no tanto en su origen como en su mantenimiento.

Es lógico preguntarse si podemos hacer algo al respecto, ya que vivir sin asumir responsabilidades puede acarrear problemas a medio-largo plazo importantes como se ha comentado. Concretamente puede derivar en trastornos afectivos como ansiedad o depresión, incluso en trastornos de personalidad en los casos más agudos. El primer paso para ponerle solución es asumir que se está atascado en un periodo vital, y que es necesario avanzar. El siguiente paso será saber hacer frente a las responsabilidades aprendiendo estrategias que deberían haber sido entrenadas previamente a lo largo de la vida, como el proceso de toma de decisiones o la resolución de problemas, así como aprender a manejar los pensamientos cambiando la forma de interpretar la realidad. Es fundamental aumentar la tolerancia a la frustración e incrementar el nivel de autoestima para mejorar, aunque a veces pueda parecer mentira que estas personas puedan tenerla baja.

Pese a todo, a menudo se necesita ayuda de un profesional experimentado para conseguir superar estas dificultades y lograr un comportamiento normalizado. En definitiva, se trata de despedirse de Peter, y pedirle que no salga más del país de Nunca Jamás.

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