Juan Sánchez Lebrero. Psicólogo en San Fernando.
Como psicólogo, en consulta me encuentro a muchos padres preocupados por sus hijos debido a comportamientos inusuales de estos respecto a la activación y a la atención. Muchos temen que padezcan TDAH, nombre de moda, pero es fácil confundirlo con inquietud típica de esas edades si no se es un experto. Así que aclaremos algunas dudas:
Comúnmente se conoce como hiperactividad, pero su verdadero nombre es Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Engloba más síntomas que la inquietud y puede manifestarse sólo por un déficit de atención (inatención), sólo por hiperactividad, o por ambos a la vez. Está causado por la disfunción de dos neurotransmisores (dopamina y noradrenalina) que provoca que se perciban muchos estímulos a la vez, dificultando que el niño pueda centrarse. Se estima que afecta a entre un 2% y un 5% de la población infantil en España y es más frecuente entre los varones.
Si nos preguntamos qué causa esta patología, sabemos que cuenta con una importante carga genética, es decir, puede heredarse. A veces hay padres que se enteran de que ellos también lo padecen cuando vienen con sus hijos a la consulta. Además, existen factores ambientales desencadenantes: ser un niño prematuro, tener bajo peso al nacer (menos de 1,5 kilos), sufrir algún traumatismo craneal en la primera infancia o el consumo de tabaco y alcohol por parte de la madre durante el embarazo aumentan el riesgo de que el niño desarrolle el problema.
Pero como hemos dicho no todos los niños inquietos son hiperactivos. Como orientación a los padres para identificarlo podemos señalarles tres síntomas claves que deben darse a la vez para distinguir el TDAH: incapacidad para estar quieto (no es capaz de permanecer sentado durante cinco minutos), falta de atención (no termina ninguna actividad o juego, se va a otro y luego a otro…) e impulsividad (responde sin pensar, no es capaz de seguir las normas del juego o de esperar su turno). Han de manifestarse al menos en dos ambientes diferentes, por ejemplo en casa y en la escuela.
Una vez diagnosticado el problema con certeza, os dejo una serie de recomendaciones generales que pueden utilizar los padres para paliar los síntomas:
– Háblele a su hijo de forma breve y concisa. Para captar su atención es importante colocarse a la altura de su cara, buscar su mirada, y hablarle de forma breve y concisa. Se debe evitar darle muchas órdenes diferentes a la vez.
– Fraccione sus deberes. Hay que dividir las tareas escolares en pequeñas parcelas, por ejemplo, dejar que realice dos o tres ejercicios, revisarlos y ponerle otros dos.
– No le meta prisa, solo conseguirá bloquear a su hijo, se recomienda dejarle tiempo para que realice sus tareas sin agobios.
– Gratifícale. Consiste en halagarle o premiarle con abrazos cuando realice bien las tareas.
– Ignore conductas molestas. La mejor manera de hacer frente a las rabietas, los lloros, las pataletas o los caprichos es ignorando estas conductas. El castigo solo debe aplicarse como último recurso y ha de ser puntual y siempre proporcional a la falta.
– Informe a sus profesores. Deben conocer el problema para que lo tengan en cuentan a la hora ubicar al niño en el aula: se aconseja que se siente en las primeras filas.
Si pese a estas indicaciones persiste el problema o tiene alguna duda, no dude en contactar con un especialista en terapia cognitivo-conductual para evitar ir a mayores. Buscar soluciones a tiempo ahorra mucho sufrimiento.